
Buscando con mis dedos entre las líneas de tu cuerpo, que como mapa, iba poco a poco y lentamente descubriendo, descendí las montañas de la luna allí donde dicen que nace el Nilo, más tarde, por el sueño rendido, descansé dos noches en tus ojos para reunir las fuerzas que trepar de nuevo hasta tus labios me permitieran… Seguí mi viaje jornada tras jornada descendiendo por los rincones de tu cuello, en la absurda búsqueda de un laberinto de lirios y caricias que flotasen allí donde nacen las fuentes del Ganges, allá en la montaña donde dormitan los dioses mientras esperaba impaciente probar de mi lengua...