
He vuelto a sentarme frente a mi fiel manzana mordida,
extasiado como un orante arrodillado ante un imaginario altar, para implorarle
a un demasiado ausente Apolo que me preste por unas horas a unas cuantas de sus
musas para con ellas darle forma a tanta rabia contenida, a tanta indignación y
a tanta desidia.
Y os preguntaréis el porqué de mi alusiva y recurrente iconografía mitológica, y os lo contaré, ya que me he convertido, si, lo
confieso, me he convertido y probablemente ingrese en los próximos meses en las
senectudes, dada mi edad, del más salvaje conservadurismo neoliberal europeo porque
he visto la luz, si estimados lectores, muy...