"Dedicado a todos aquellos que intentamos nadar contracorriente en el ámbito cultural de las Islas Canarias"

6 de abril de 2011

Como si fuera la primera vez

Conocí a Aileen mientras caminaba por una calle cualquiera de una ciudad cualquiera, en una de esas cansinas y ociosas tardes en las que la desidia se balancea ondulante con el pasar de las horas. Desde el primer momento en el que nuestras miradas se cruzaron supe como instintivamente que algún día sería mía y yo, suyo también sería.

No mucho tiempo después Aileen vino a mi vida y como por ensueño entró en casa guiada por mi mano en la forma en la que siempre había soñado que sería; cruzamos el umbral como los viejos amantes solían y desde ese mismo momento comenzamos la más bella historia de amor que jamás nadie hubiese podido imaginar.

Nuestra relación no era una relación al uso; al principio nos amábamos a todas horas, en las posturas más inverosímiles, en los lugares de más confusa descripción, nos amábamos casi con la ternura y la violencia que marca la pasión de cada nuevo y emocionante cortejo amatorio. Nuestro amor era como el de esos amantes que desgarran los sentimientos para buscar aún más profundamente si cabe, allí donde la fogosidad y el ardor de los cuerpos y de las mentes pierde su cordura para acabar arrojándose por completo en los brazos de la locura.

No es menester que describa con ostentación ni boato todos y cada uno de nuestros febriles encuentros, pues aunque podría hacerlo, no es mi estilo el hablar de una dama y de sus ocultas interioridades, aunque si me gustaría describir sus rasgos, su cuerpo... Su cuerpo era prado de verde aroma, olor a velas e inciensos encendidos que adornaban escenas como en solemne obra teatral. Su rostro, su rostro retaba a aquél que poseería la belleza si imaginar pudiésemos su rostro, sus carnosos labios, suculentos gajos de ácida naranja humedecidos por el cimbreante tránsito de una lengua suspendida en la levitación constante. Sus pechos, sus pechos, como gotas de lluvia, plantaban cara a la ingrávida gravedad con el desafiante mirar de pezones que tornan su frente hacia los azules paraísos de la bóveda celeste para luego discurrir como caudaloso arroyo por el canal que entre sus pechos se abría y desembocar en el primigenio principio que se hace forma en el ombligo que una vez fue vinculo y alimento, descendiendo sumido en la pérdida de conciencia por entre bosques de suave deleite para beber de las fuentes que son principio de vida, aunque Aileen jamás pudo cumplir ese mi paternal deseo.

No quisiera pecar por exceso en la sublimación adjetiva de los tiempos ni de las formas, pero si me gustaría destacar que para mí y supongo que también para ella, el amarnos era como descubrir aquello que hasta entonces era ignoto, y aunque pretendía cada día sorprenderla con mis más ocultos y profundos deseos, lo que más le agradaba era que fingiésemos que todas y cada una de las veces en las que nos amábamos era como si fuese la primera vez, como aquella ya remota primera vez en la que dos cuerpos desconocidos se enfrentan al reto del primer contacto.

Pero la pasión como una nube de verano que va de paso, también fue poco a poco alejándose como hoja que se mece al capricho de una suave brisa, sabiendo que jamás volverá al lugar de donde partió, y así fue como nuestro ímpetu amatorio se fue convirtiendo en desapego y éste, en rutina y conveniencia. Ya no compartíamos las mismas opiniones, nuestros gustos, antes tan similares, eran ahora notas discordantes de nuestra sinfonía. Nuestros planes de futuro, rara vez decididos al unísono, más bien siempre por mi parte, ya no parecían ilusionarnos, la distancia se fue haciendo surco y nuestras vidas se fueron distanciándonos hasta el punto de no acariciarnos, de no dormir juntos, hasta el punto de desagradarnos el ligero roce de una mano, el leve contacto que antes encendía nuestro deseo, ahora se ahogaba en los brazos de nuestra desidia.

Justo unos días antes de separarnos y decirnos adiós para siempre, le hice prometerme que jamás dejaría que la amasen en la forma en la que solíamos hacerlo; con el secreto deseo de que cada una de nuestras caricias fuesen como aquellas que se prodigan los amantes con el primer roce de dos pieles, como si fuese la primera vez…ella como siempre no contestó nada.

Semanas más tarde descubrí en un catálogo al que estoy suscrito que la nueva serie XR6, ya estaba en el mercado y esta nueva remesa estaba hecha de un material que imitaba la fisonomía femenina casi a la perfección; huelga decir que Aileen y yo ya no estamos juntos, y que es muy posible que Erika llegue a casa esta misma semana.

Conclusión: como muy bien me advirtió mamá, nunca encontrarás nada en la calle hijo mío, como lo que te traen a la puerta de casa, y tenía razón.

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