En primer lugar, creo que debo daros la
explicación debida y pediros disculpas, estimados lectores, por mi larga pero necesaria
ausencia de éste, mi pequeño Shangri-La, que más que blog de literatura y de
actualidad, es para mi salud mental como un socorrido salvavidas que me
mantiene lastimosamente a flote en este océano enfurecido en el que intento
evitar el exilio y el desarraigo de las ideas, que mas parecen por momentos
alejadas que latentes en mi cabeza, y en segundo lugar, porque era necesaria también una pausa en mi discurrir
literario, ya que, ha habido momentos durante estos meses en los que se me
hacía imposible abstraerme para escribir ante la incredulidad y la repugnancia
que sentía y siento frente a esta galopante corrupción moral y social que azota
este país anteriormente llamado España y que actualmente nos “Espanta”.
Y os preguntaréis, ¿qué tiene esto que ver esto
con la literatura y con la poesía? Pues para mí, todo y nada, todo porque no
existe poesía en la indolencia con la que nos trata este sistema purulento y
carcomido, que prefiere dejar morir enfermos en pasillos de hospitales,
desahuciar familias con hijos con diversidades funcionales o disparar pelotas de goma a inmigrantes mientras nadan
buscando una costa en calma donde saciar su necesidad de una vida mejor. Y
nada, porque de qué sirve la literatura si no se sumerge toda ella en las
procelosas aguas de la actualidad para sacar a la superficie aquello que nos
denosta como seres humanos, de que vale la literatura si no es como arma de
conciencia, de critica, de superioridad moral ante la inmundicia, pues eso, en
fin, que este humilde amanuense necesitaba limpiar su alma para poder seguir
escribiendo sin sentirse moralmente sucio y vitalmente exhausto.
Y tras la debida explicación ante este
largo ínterin literario, me meteré entre harinas, pues como decía aquél: los
dioses moran siempre entre los pucheros, y aunque no disertaré en este articulo
sobre deidades ni sobre realidades culinarias, si intentaré, con mis palabras
sin valor, señalar a quienes guían este Titanic hacia el iceberg de la pobreza
y el desastre de la desigualdad.
Hace escasamente dos años, como ya
conocéis, 11 millones de mutantes, o como se llamen, pusieron sus vanas
ilusiones en un mediocre de medio pelo, un segundón de tres al cuarto, un
sobreviviente a toda catástrofe social o moral por las que ha pasado
simplemente reptando, y que tras continuas derrotas llegó al poder no por
méritos propios sino más bien por errores de los otros, prometiendo todo
aquello que los incautos querían oír y creer, pero hoy, tras dos años de
rescates bancarios, de recortes en derechos sociales, en libertades, las cuáles
no voy a enumerar aquí para no insistir
mas sobre el asunto porque ya las habéis padecido como yo, y tras una continua cascada
de corrupción en su partido, con tres tesoreros nacionales imputados y más de 90
cargos públicos del PP -sobre todo alcaldes y concejales- inmersos en los
últimos cinco años en casos de supuesta corrupción; Mariano, el mediocre, sigue
en la sombra, agazapado, como un insecto que se siente atraído por la luz pero
que ante la imagen de la llama huye esperando siempre que sean los otros los
que ardan, que ya pasará el fuego de largo por su lado, y de esa guisa, sigue
clamando cada mañana a la espera de una llamada de los mercados, de una cifra
maquillada por las estadísticas, que le proporcione la posibilidad de
engancharse a un segundo mandato inmerecido con el que nos lleve directamente hacia
un puerto seguro que ya no existe, un puerto a dónde ni el mismo cree que puede
dirigir este barco, pero ese extremo a Mariano no le preocupa, ya que aunque
sabe muy bien que la gente no le cree ni le creerá e intuye que ni sus promesas
ni sus actos de fe son ya digeribles por una sociedad harta y siempre al punto
de un estallido social que no llega, como buen líder mesiánico que es, propio
de la derecha de este país, aún se siente elegido, por su particular destino, para
tamaña hazaña histórica.
Mariano, ese actor de segunda fila, de
película de serie B, ese petimetre cortesano que siempre caminó tras la espalda
de un supuesto líder, ese, ese que se llama a si mismo lo que nunca ha
demostrado ser: un presidente de y para
todos, debe ahora y de una vez por todas asumir su responsabilidad por la
corrupción, por su ineptitud para bajar las cifras del paro, a pesar del
recorte salarial y de la creciente precariedad laboral que nos lleva sin
remisión hacia la indigencia social, pues él es el profeta y los que le siguen
sus mulás, y nada ni nadie podrá evitar ya que pase a la historia como el peor
y más inepto presidente de este país, incluso aún peor que su predecesor, el
ínclito y simplón Zapatero.
Y cuál, os preguntaréis, es
la parábola final de este artículo, cuál es la moraleja de esta pesadilla
después de Navidad, pues simplemente que no hay mal que por mal no venga, si,
porque a este Edward John Smith, capitán del Titanic, aún le quedan y con él a
sus profetas del desastre dos años para acabar con todos nosotros y con nuestro
estado del bienestar, y éste que suscribe, éste que ha vuelto de su necesario
retiro para seguir declarando y postulando aquello que piensa, solo os propone
dos cosas: la primera, que estaré aquí para denunciarles con fuerzas renovadas,
y espero que vosotros también, y la segunda, que ante un capitán de tamaña
impericia, os confieso que cada día
tengo más fe en el iceberg.
Un saludo y espero que os guste