La conquista del espacio me aburre,
sobre todo porque no hemos logrado conquistar la pobreza en la Tierra y
aspiramos, necios de nosotros, a la conquista del Universo, lo reitero, me
aburre. Pero este humilde amanuense ofimático no aspira a emular, en este
efímero artículo, ni a Carl Sagan ni a Armstrong, Collins o Aldrin, no, me adhiero
más a la primera línea de esta guerra de guerrillas en la que se ha convertido profesar
la quimérica ilusión de ejercer algún día la docencia.
Este país, cuyo nombre llena la boca
de muchos, mantiene a la docencia y a miles de jóvenes y no tan jóvenes
educadores, en una suerte de 4ª división o limbo en la escala social y
profesional, del que ya hablaba Dante en su viaje desde el Infierno hasta el
Paraíso, que os confieso que no conozco aún.
Durante años, los futuros docentes
hemos ido vagando engañados entre diversos planes formativos, oposiciones de
diseño variopinto, por entre una especie de páramo, siguiendo la estela del
sueño de ejercer algún día conforme a lo que habíamos estudiado, pero poco a
poco, hemos ido descubriendo que todo era falso, que las plazas eran escasas,
los chanchullos muchos y los elegidos pocos. Cada dos años hemos ido deambulando,
entre la constante hipoteca de perseguir la eterna ilusión de ser uno de los
elegidos y el posterior descubrimiento de que “no hay cama pa´ tanta gente”, de
que las políticas educativas en Canarias y España son caóticas, erráticas y a
menudo, emanan un sospechoso hedor
a mamoneo que tumba pa´ tras.
Y ahora tras perder la esperanza de enseñar,
vuelvo a recobrarla de la mano de otro iluminado que va y se inventa un nuevo
peldaño más en la escalera hacia ninguna parte, un recorrido de años, supongo
que no con carácter retroactivo, para probar que somos una generación pérdida de
educadores en el eterno vagar en busca de la plaza perdida, porque coño, amigo
Rubalcaba, no se te podía haber ocurrido hace veinte años cuando fuiste Ministro
de Educación, y así me hubiese ahorrado tanta decepción y tantos buenos compañeros
profesionales que se quedaron en el camino, porque si lo llego a saber me
espero congelado como Walt Disney a esta iluminación cuasi mística los últimos veinte
años.
Vaya, vaya, o sea que, cuatro años
de carrera, un curso de aptitud pedagógica, mil años en las clases
particulares, cien mil en la formación ocupacional, y ahora, a la vejez, unos
añitos de prácticas, un tribunal y después, a jurar la puta bandera, no te
jodes.
Mejor, tengo una idea mejor, os
cogéis a todos los ministros de educación que lo han sido en democracia, es
decir, Íñigo Cavero, José Manuel Otero Novas, Juan Antonio Ortega, Federico
Mayor Zaragoza, José María Maravall, Javier
Solana, Gustavo Suárez Pertierra, Jerónimo Saavedra, Esperanza Aguirre, Mariano
Rajoy, Pilar del Castillo, María Jesús San Segundo, Mercedes Cabrera, Ángel
Gabilondo, ¡ah, y sobre todo! tú y mi favorita, Milagros Luis Brito, y os
metéis en la jodida MIR, os echáis un viajito al insondable universo y cuando
se os acabe el combustible os ponéis a pensar de cara a la pared, de la nave, y
reflexionáis, petardos.
Un saludo y espero que os guste
2 comentarios :
¡cuánta razón!
Pues sí que me ha gustado esta entrada, aunque no sea docente.
Publicar un comentario