"Dedicado a todos aquellos que intentamos nadar contracorriente en el ámbito cultural de las Islas Canarias"

3 de julio de 2011

EL BRILLO DE UNA VID SOBRE TU IRIS



Ya no reniego de la agradable compañía de las tardes de asueto,  ni tan siquiera huyo, cual animal herido, de la agradable caricia de la brisa por entre las colinas desnudas de esta seductora  villa de la Toscana donde ando en busca del refugio que no logro hallar tras tu ausencia.
Cada tarde, como si de una letanía se tratase, escucho allá  a lo lejos, el rumor de las antiguas costumbres, de los antiguos recuerdos, y me recuesto casi adormilado en este otero desde donde aún se ven las ruinas de tu antigua casa, y parece como si, en mis sueños,  aún te viese caminar nítidamente, casi desnuda, con tu frente sudorosa, tu sombrero de ala ancha y tu falda plegada en torno a las sublimes columnas de tus muslos, caminando descalza por entre los trigales, por entre estas colinas bañadas de verde belleza, de absurda y solitaria belleza.
Escribo, intento escribir de nuevo, para eso he venido, escribo sobre ti, sobre mí, sobre las noches de cuerpos hambrientos de otros cuerpos, sobre el brillo del vino al conquistar de turbios deseos tus pupilas, el vino, ese elixir que de sombríos colores bañaba tus labios, tu lengua, tu… Dejémoslo, los recuerdos son ahora saetas que se clavan allí donde saben que siempre harán daño.
Escribo,  intento escribir, y mientras lo intento, apuro a sorbos un rojo chianti y como un trago de verde absenta, me traslada a tu lado, de nuevo a tu lado, y te veo, te veo en el viejo lagar de tus padres, veo tus enrojecidos pies maltratando las uvas henchidas de néctares aún por fermentar, tus pies, tus dedos, tus… Dejémoslo, para qué sirve la memoria si es la más cruel e infiel amante que la suerte esquiva alguna vez nos presentó.
Los atardeceres, qué son los atardeceres en el atardecer de mi vida sin ti. Sí, he vuelto a la Toscana, pero qué sentido tienen esta tierra  de enormes ubres y nombre de bella mujer, si no puedo ver tu belleza reflejada en la suya.
Cierro los ojos y ansío imaginar la luz que tímidamente lucha por colarse entre los vírgenes racimos de impertinente juventud, y casi puedo llegar a oler tu risa, sentir tu mirada ausente, intuir la serena quietud que emanabas al posar tus delicados labios sobre el borde de mi copa, mientras tu lengua recitaba poemas de bohemios viajeros del Gran Tour que añoraron hallar en estas tierras lo mismo que ahora yo ansío.
Hoy  he vuelto a La Toscana, he vuelto para veros por última vez, a ti y a ella, pues sois las mujeres más importantes de mi vida, he vuelto para escribirte esta absurda carta de amor desesperado, he vuelto para despedirme, para partir a vuestro encuentro. 

Apurando el último trago de chianti mezclado con cicuta el viajero se desploma sobre unas líneas inconclusas recién escritas: “muero, ahora que aún me queda vida, para que el tiempo que ya llega para pedirme cuentas no me lleve sin poder recordar, por última vez, el brillo de una vid sobre tu iris”.
Un saludo y espero que os guste

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