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18 de octubre de 2011

Origen de los nombres entre los Cherokees.

Entre las interesantes leyendas de los Cherokees, hay una que se refiere a la costumbre de poner el nombre de animales terrestres y aves a los niños.

Hace mucho tiempo, cuando todos los indios pertenecían a una sola gran familia, los niños no recibían un nombre hasta que eran lo bastante mayores como para matar cierto número de ejemplares del animal cuyo nombre deseaban poseer. Cuanto más grande y fiero era el animal, más deseado era su nombre. Así, oso, lobo, águila o halcón, eran considerados nombres muy apreciados y se suponía que los que poseían estos nombres, estaban dotados de gran habilidad y valentía como cazadores y guerreros.

En aquella época, vivía un joven jefe, Eg-wah Wi-yuh, cuya mayor ambición era el ser padre de un muchacho lo bastante valiente como para ganarse el nombre de algún fiero animal.

Cuando nació su primogénito sufrió una gran desilusión al observar que el niño había nacido ciego. Estaba tan afligido por la desgracia de su hijo que durante cinco días no bebió ni comió nada; y tampoco permitió a nadie entrar en su tipi. Durante la quinta noche, perdió el conocimiento y; hallándose en este estado, un gran pájaro entró en su tipi y se lo llevó. Cuando despertó, se encontró surcando el aire encima de un gran pájaro. No hacía mucho que se había despertado cuando descubrió que estaban viajando hacia la luna, que ya aparecía muchas veces más grande de lo que antes la había visto. Al llegar a la luna se sorprendió al descubrir que, en vez de ser el planeta que él había creído que era, se trataba en realidad de una gran abertura d gruesa corteza negra.


Después de pasar a través de la luna, vio al otro lado hombres que andaban con grandes agujeros en la cabeza en lugar de ojos. Cuando se recuperó, preguntó al gran pájaro qué significaba todo aquello y adónde le llevaba. El pájaro le contestó que había muerto y que su espíritu era transportado hacia Guh-luh-lau-ih, los Felices territorio de Caza, para ser juzgado y enviado al lugar por el que acababan de pasar. El pájaro, al ser preguntado, le explicó que éste lugar lo había creado el Gran Espíritu para los animales terrestres y las aves, pero que, debido a la cruel costumbre de matar a los animales para obtener su nombre, el Gran Espíritu había enviado una maldición a los indios. Había dado a los animales los Felices Territorios de Caza y había expulsado a los espíritus de los indios al lugar por el que acababan de pasar, a fin de que los pájaros les comieran los ojos y fueran atormentados por los animales que habían matado cruelmente en la tierra por el deseo de hacerse con sus nombres.

El pájaro le comentó que se dirigían a los verdaderos Felices Territorios de Caza, donde moraba el jefe de los animales terrestres, y de los pájaros, a los que se llegaba pasando a través del sol. Los espíritus malvados de los indios tenían que pasar a través de la luna durante la noche, y los espíritus de los animales pasaban a través del sol durante el día.

El Gran Espíritu cubría la tierra con la tapa negra durante bastante tiempo para que los malos espíritus pudieran pasar hacia su tormento, y la capa blanca, el tiempo suficiente para que los espíritus de los animales terrestres y los pájaros pudieran entrar en Guh-luh-lau-ih, generando con eso el día y la noche.

Al pasar a través del sol, quedó maravillado por la belleza del lugar. Fue llevado al basto wigwan del Gran Jefe del reino animal. Éste, cuando descubrió que su súbdito no estaba muerto no estaba muerto sino que simplemente había caído en un estado de letargo, del que ya se había recuperado, se enfadó mucho y ordenó al pájaro que entregara a Eg-wah Wi-yuh a los animales más feroces del reino para que le devoraran y su espíritu fuera enviado a la tierra de los malos espíritus para ser atormentado.

Wi-yuh preguntó si había algo que pudiera hacer para salvarse. El Gran Jefe le dijo que sí, que había una sola cosa que podía hacer, y era regresar a la tierra y aboliera la costumbre de matar animales inocentes para obtener su nombre. También le dijo que si llevaba a cabo esta sola tarea, le haría dueño del reino animal y le devolvería Guh-luh-lau-ih a los espíritus de los indios y les permitiría cazar tanto como quisieran en aquel reino. Prometió que si el joven jefe ponía a su hijo ciego el nombre del primer animal que viera al mirar fuera de su tipi la mañana siguiente de su regreso a casa, en lugar de seguir la antigua costumbre, dando con ello un ejemplo a seguir a los demás indios, haría que el niño pudiera ver.



Al regresar a la tierra Wi-yuh contó a su pueblo todo lo que había ocurrido y no le creyeron , pero a la mañana siguiente, cuando dio a su hijo el nombre del primer animal que vio cuando miró fuera de su tipi, su hijo pudo ver al instante. Entonces todo el mundo le creyó, y a partir de aquél día hasta hace pocos años, los indios han puesto a sus hijos el nombre del primer animal u objeto que veían cuando miraban fueran de su tipi después de nacer un niño.

Al día siguiente Wi-yuh desapareció para ir a Guh-luh-lau-ih.

*Leyenda contada por Sylvester Long para The Red Man, periódico de los estudiantes de la Carlisle Indian School, Carlisle, Pennsylvania, ca., 1925.

Texto: Mario Manduca Gómez 1997.


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