Érase un mundo construido sobre cuatro ramas de bambú que
mantenían su equilibrio ante los embates de la lluvia y del viento, érase que
se era un mundo de seres que luchaban por hacer del desequilibrio sobre el
alambre, meramente equilibrio. Aquel era mi mundo, imperfecto pero era también nuestro
pequeño mundo.
Pero hete aquí que un día llegaron ellos, si, los codiciosos
seres que manejan los hilos de la riqueza y la pobreza, aquellos que se pueden contar con tan sólo los dedos
de una mano, vinieron de más allá del mar, de los fríos del septentrión y llegaron hasta las cumbres de la avaricia
para desde allí culparnos de las miserias del mundo, de la estulticia de haber
deseado más allá de lo que los dioses nos tenían reservados, y todos les
creímos, si les creímos, aunque no fuésemos culpables nuestra culpa iba implícita en el mero deseo
de existir y buscar la felicidad como si de un Santogrial inexistente se
tratara, pero nos equivocamos, pues ese derecho a la felicidad y el bienestar sólo
les pertenecía a ellos, sólo les pertenecía a aquellos para quienes el dinero y
la riqueza son tan sólo dádiva o castigo divino merecido, ¡qué ingratos fuimos!
Hubo un tiempo de decisiones y de dudas, fue un único
momento de debilidad, un día fue, pero fue el principio del fin de aquello que
algún día conocimos con una palabra que hoy nos suena a mero pasado, bienestar,
y fue aquel momento de duda como la calma que antecede a la tormenta, pues los
lobos que llevaban años esperando en la sombra y viviendo de las insidias, el
resquemor y la ira contenida, consiguieron con mentiras nublar la mente y la
voluntad de los que ambicionaban vivir mejor, y gracias a ellos pudieron
recuperar el poder que ansiaban, pues ardían en deseos de revancha por la
pérdida de lo que creían que les pertenecía y muchos de los que ahora leéis a
este leal bufón de corte, les entregasteis la patente de corso con la que nos
han humillado, lacerado, desgarrado y mil veces abochornado, y no os culpo
porque la ignorancia, como decía Confucio, es la noche de la mente: pero una
noche sin luna y sin estrellas.
Ahora, ya no hay vuelta atrás, deberemos esperar que el
futuro cercano derribe su premeditado plan, los muros de su intolerancia, su xenofobia,
cada nuevo brote de nacionalcatolicismo, su neoliberalismo salvaje y el desprecio
por la gente con el que nos obsequian cada día estos supuestos semidioses
paganos, estos mercaderes de almas, que se ven a si mismos como salvadores de
no sé que patrias, cuando en realidad sólo siguen el premeditado plan de desmantelar
todo aquello que nos permitía al común de los mortales subsistir y mejorar en
una sociedad cada vez más hecha sólo para unos pocos, en fin, ¿es que no lo
veíais venir acaso?
Mientras eso llega, os conmino a estar preparados para más
dolor, para más humillación, para más eufemismos, para perder con cada nuevo
hachazo todo aquello ganado en buena lid en aras de una tan manida crisis,
pero, ¿crisis para quién?, pero, ¿qué nos quedará cuando ya no haya que cortar?,
¿hacia dónde nos llevan?
Amigos y amigas, no pretende ser este artículo meramente un
relato de lo que ya conocéis, sólo ambiciona este insensato juglar a prepararos
de forma insensata para lo que él está ya preparado, si, para otros tres años
de lágrimas, injusticia y dolor y sólo espero que el tiempo que ha de llegar se
los lleve a todos ellos de la faz de nuestro horizonte como si de un mal sueño
se tratase, pues sólo son un mal sueño.
Ahora que ya clarea el tiempo de los hechos y el de las
promesas incumplidas queda atrás, sólo os pido que os convirtáis no sólo en
meros espectadores del teatro de lo absurdo en que nuestro mundo se ha
convertido, os pido, os exijo, os conmino a que os convirtáis en los
principales actores de este, vuestro soliloquio y acalléis a los bastardos.
Un saludo y espero que os guste
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