"Dedicado a todos aquellos que intentamos nadar contracorriente en el ámbito cultural de las Islas Canarias"

8 de noviembre de 2013

EN LOS PÁRAMOS

Jamás pensé que la emoción tantos años contenida, fuese en este día de emociones y nostalgias, como un viento huracanado que de puro ímpetu perdería su prestancia para transformarse lentamente en una mera brisa y con el paso de tantos abriles se convirtiera en tan sólo un velo de recuerdos.

Ahora que ya llega el ocaso de mi vida y veo, como en un fotograma, todas y cada unas de las experiencias vividas, me he propuesto plasmarlas en este lienzo que se disfraza de carta, para que nunca olvidéis cada una de mis palabras, pues en ellas me reconoceréis cuando ya no esté y aún cuando ni siquiera vosotros estéis.

Mis queridos y bellos amigos, hoy he sentido casi por última vez como, tras muchos años, hervía de nuevo en mis venas la sangre del recuerdo que emanaba de nuestra juventud, de aquella insultante juventud, de aquellas tardes junto al viejo embarcadero, lo sentí como si aún os viese, si, a todos mis viejos camaradas, vuestras caras, vuestras risas, aquella insultante juventud, ¡qué fue de todos aquellas almas cándidas! ¡qué irreparable pérdida!

Fuimos locos con el pelo alborotado, fuimos jóvenes caballos desbocados, si, fuimos impetuosos jóvenes cegados por la euforia del desconocimiento, de la provocadora belleza que sólo la absurda valentía nos infunde, pero, bien sabéis ya, que fuimos al tiempo insensatos dispuestos a arrojarnos inútilmente en las ásperas manos de la inconsciencia, y tan solo por enarbolar aquel desmedido ardor guerrero que una patria y un himno nos insuflaban, ¡qué irreparable pérdida!

Todavía recuerdo aquella mañana cuando recibimos con orgullo e inconsciencia las noticias que llegaban desde el continente, todo había estallado, el mundo conocido había cambiado en minutos, horas, días, y ya nada sería igual, y corrimos, corrimos como gamos asustados hacia las fauces de un lobo fiero e insensato, sin saber que más allá del valor que de nuestros poros brotaba, nos esperaba el dolor, la desesperanza y la muerte.

Hoy, cuando el tiempo ha cerrado las trincheras de mi mente y las heridas de mi alma, camino de nuevo sólo por entre estas verdes montañas, que me recuerdan como esfinges egipcias vuestra belleza, vuestra absurda belleza malgastada, ah, ¡qué irreparable pérdida!

Y desde la humildad de mi perdida prestancia, siembro hoy estos campos que una vez fueron de muerte, de loas bañadas de esperanza para de este modo brindar por mis amigos, por mis amados amigos, por todos aquellos bellos jóvenes que murieron en pos de un absurdo, en la vana defensa de un efímero honor, de una disputa entre hombres que nunca jamás empuñaron un arma ni lucharon en los campos de Europa, en defensa de aquellos que jamás murieron porque fuimos nosotros quienes lo hicimos en su nombre, si, ya sabréis a estas alturas de esta catártica epístola que entre ellos me encuentro, pues mi alma descansa en estos campos donde las suyas moran desde hace casi ya un siglo mientras camino lentamente con mis desnudos pies sobre éstos páramos de divina juventud.
Para mis bellos mirlos ausentes
Espero que os guste 

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